Narrativa Final 2020


Narrativa final de estudiante de 4to año de Nivel Primario

Mi residencia en pandemia

Sensaciones encontradas

Fin del segundo tramo de residencias y es inevitable realizar un balance de lo trabajado.

¿que hice? ¿que pude haber hecho?

Me salen palabras no tan alentadoras en un primer momento, así que decido posponer la narrativa para acomodar las ideas.

Soy una persona que cree y tiene como mantra que las cosas no son blancas o negras, A o B, y por el caso me viene bien pensar que las cosas no fueron malas “ tan malas” y “tan buenas” en otros momentos.

Cómo un aliciente retomo la narrativa final y comienzo a revivir la experiencia mentalmente de lo sucedido.

Vienen a mi reflexión unos textos leídos del 1er cuatrimestre y de este, en los cuales desarrollan ideas acerca del docente como actor, como niño quien necesita aprender cosas por primera vez, de la incertidumbre y lo nuevo como un punto de inflexión y nuevo comienzo, “como pensamiento que está en ese constante fluir y pasar, hay movimiento en el pensamiento cuya única tarea es transformarse de una cosa a otra, un transitar de una forma a otra”.

Así vivido y ahora narrado, puedo comprender que el docente está lleno de historias, lleno de palabras, cuyas palabras pone en cuerpo, en mente, en expresión, en vínculo con el otro, “en acción”.

¿Y qué fueron estas residencias para mi? Todo un desafío, propiamente dicho. Un reto, que podemos tomar como sinónimo de desafío, que comprende a aquella persona que debe enfrentar situaciones complicadas y de difícil resolución. Y así transite primeramente el 2do tramo del dispositivo. No porque sea un trabajo difícil de llevar a cabo en su tarea y desarrollo en sí, como planificar, programar, sino por el contexto extraordinario por el que nos tocó vivir. Experimentar algo que no podía controlar era lo único y último que se me hubiera pasado por la cabeza, estando siempre latente esa posibilidad, decidí apartarla a un lado, porque la solución la iba a encontrar.

Y actué según mi confianza, mi esfuerzo y empeño puesto en mis clases para comenzar la residencia.

Qué más decir que el contacto con los alumnos y las docentes me daban un aire de tranquilidad y el respaldo que quería tener en ese momento.

Alguna vez escuche que por más que un actor tenga una larga trayectoria, al salir cada vez al escenario frente a su público, iba a ser una nueva y única experiencia, que pueden tener más o menos manejo de sus sentimientos y herramientas propias de la actuación, pero cada vez es única e irrepetible. Y creo que hay algo de cierto. Porque creo que es ahí donde radica la profesión, en ese fluir constante de retroalimentarse de las situaciones para avanzar, no aquietarse, estancarse, sino estar en constante movimiento.

¿Y ahí viene la parte B?

¡Y un día llegó la calma!

¡Si! Claro. La calma es lo que sigue a la tormenta según el dicho. Y como es natural y sano, me llegó la calma y el momento de reflexionar sobre lo que había quedado.

Y con sorpresa, escarbando en mí, cual niño escarba la arena para limpiarla y quedarse con los caracoles, pude ver todo lo que produje no solamente este cuatrimestre, sino en estos últimos 5 años de mi vida como estudiante.

Pude ver crecimiento en mí. Logré relacionar textos con la práctica, acotar pasos para realizar ciertas cosas, descubrí y puse en prácticas aptitudes que, sin pandemia, en otra circunstancia (¿normal?) no las hubiera llevado a cabo.

Una pregunta que me había nacido hace un par de años era el calcular el tiempo ¿cómo hacían los docentes para calcular sus clases, en que se basaban, como se acortaban los temas? Con el pasar de la cursada pude comenzar a planificar secuencias con los docentes y ahí pude ver una muestra mínima de que iba el asunto. Y así, como dije en un principio, comencé a darme cuenta de ciertos “gajes del oficio”. Si es verdad que son muchos y creo nunca suficientes, pero paso a paso pude ir de a poco aclarando ese primer cuestionamiento que me quedó grabado porque hacía chistes con una compañera de cursada, que mi primera planificación iba a ser de 1er y duraría hasta 3er grado. Claramente este chiste era una exageración de una inquietud que tenía y pude comenzar a aclararla. Con mis prácticas pude ver que era parte del oficio en sí, naturalmente uno lo programaba y no parecía difícil de llevar a cabo, pero sin embargo podría ajustar aún más el reloj.

Y en este contexto, no voy a negar que la inquietud volvió a nacer. Los tiempos claramente habían cambiado rotundamente. Cómo llevar a cabo una clase por celular, por notebook, ¿40 minutos? ¡Qué era eso! Y ahí pude ver un paso más que había saltado.

¿Qué son los tutoriales que ya estaban hasta en TikTok con una duración de segundos? y con pequeños pasos fui explorando las herramientas que usaba desde hace un tiempo, pero nunca se me hubieran ocurrido llevarlas a cabo en una clase mía. Claro está tampoco se me había cruzado por la cabeza una pandemia, pero bueno puede pasar, ya lo vimos.

Y así, pude ver que la síntesis e ir al punto, mediante una muestra clara y llamativa, y de ser posible entretenida y llevadera, podía ser la clave.

Y así lo planifique en un primer momento.

Pero ahora no solamente era algo innovador, sino que también los tenía ahí, los chicos estaban frente a mí.

La posibilidad de vinculación surgió de nuevo, sin negar que antes no la haya tenido, pero de una manera asincrónica, sabía que en “algún momento” nos estábamos comunicando, y así surgía en mi muy tímidamente el renunciamiento que una vez leído.

Claro, de manera sincrónica el asunto cambiaba más aún. Era romper esquemas nuevamente. Y creo que eso es bueno, y así lo trabaje.

Trate de incorporar mi manera de trabajo de prolijidad y perfectamente preparada, a esta etapa donde a ellos los tenía ahí para responderme directamente.

Estaba todo dispuesto a un buen desarrollo, pero puede fallar. Comenzaron las clases, mis clases y saludando a cada uno por su nombre cuando se iban sumando y me hacía sentir bien eso.

La primera clase de Ciencias Sociales, mate en mano y con una puesta en escena simpática para el comienzo, voy entrando en sintonía.

Como dije antes, puede fallar y la conectividad me jugó una mala pasada. Sabía que debía hacer algo al respecto, pero pude desarrollar la clase con dificultades, pero lo hice.

Al siguiente día, esperando un milagro trate de que no sucediera lo del día anterior, pero ya estaba más preparada, por las dudas tenía otros planes (B y C).

Y así, transitando ese periodo fui dándome cuenta de cosas como el valor del cuerpo y la palabra, junto a la expresividad que el “vivo” requería. El ir y venir, el volver a un pizarrón, y remarcar palabras claves, convertir en una sola cosa la palabra con el gesto.

Y lo incorpore, porque la situación lo ameritaba. Con láminas y material preparado para las clases salto un nuevo plan ¿Un plan D? Si. Todo lo necesario para llevar a cabo lo planificado.

Entre materiales concretos, videos, imágenes, textos, intercambios orales, dibujos en pantalla, poemas, chats, saludos, garabatos en pantallas, silencios, y desconexión cerró la segunda etapa de residencia.

De vuelta a esas dos preguntas iniciales con las que empecé esta narración ¿que hice? ¿que pude haber hecho? Ahora puedo verlas y responderlas con más claridad.

Y ¿qué hice? Bueno, creo haber contado mi experiencia como alumna hace un par de años y con respecto a este año en concreto, siento que hice lo necesario, de manera consciente y realista, poniendo mis fortalezas siempre en primer lugar para afrontar las dificultades que estaban ahí como acechando.

En cuanto a ¿que pude haber hecho? Y tal vez más, quizás. Pero lo que sé que no hubiera hecho jamás es haber abandonado una clase, darme por vencida, y eso es algo que rescato para mí, para mi tener presente que puedo resolver situaciones sin obtener resultados excelentes pero continuar, porque así, ahí, me permite y abre lugar a la reflexión en mi desempeño.

Un gustito a despedida

Reflexiva y con un sabor a despedida por el momento de esta etapa que finaliza, pude sacar muchos aspectos positivos de lo dado y llevado a cabo.

Con respecto a la práctica siento que pude resolver cuestiones técnicas como el planificado, corrección y entrega a tiempo de las planificaciones.

Conectar con los docentes de manera ágil y dinámica.

Desarrollar las clases con los recursos acordes a lo planificado y tener un abanico de posibilidades por si algo fallaba tenía un as bajo la manga.

Logré construir un vínculo sólido con los alumnos y las familias, como así con las docentes a cargo del grupo.

Explore aplicaciones y recursos tecnológicos antes no usados o usados de manera no escolar.

Estoy segura que comencé una profesión que nunca va a dejar de sorprenderme y de la cual voy a aprender día a día.

“Así pues, educar es, legítimamente, intentar compartir lo que se sabe y se cree. Pero tal empresa reserva muchas más sorpresas de lo uno podía creer… bastantes, en cualquier caso, para prepararnos, si sabemos acogerlas, para un trabajo pedagógico sistemático para proveer al Otro los puntos de apoyo necesarios para su emancipación”.

Por eso creo, que manejar la exigencia de lo mejor y la aceptación de lo peor, y sobre todo es preciso que la aceptación de lo peor no nos haga renunciar a la exigencia de lo mejor, es la clave de este oficio, seguir abierta a la incertidumbre será un factor el cual me va a preparar, con el correr de los años, con habilidades y herramientas para ir construyéndome día a día como profesional de la educación.

Y, para terminar, y creo conveniente, quiero citar un texto de María Silvia Serra, llamado ¿cuánto es una pizca de sal? en cual dicho párrafo hace referencia a una reflexión del filósofo José Luis pardo:

¿Se aprende a enseñar cómo se aprende a amar, o a bailar o a cocinar? ¿Es posible saltearnos las instrucciones o reglas explícitas? El filósofo ofrece más todavía: “Todo lo que se aprende de memoria se aprende, en efecto, por contagio (se aprende a cocinar con un buen cocinero, o a pintar con un buen pintor, etc.) mirándose en el Otro (el cocinero, el pintor) como en un espejo. El buen cocinero enseña a cocinar (muestra cómo se cocina), no da un manual de instrucciones, contagia el arte. El buen amante … enseña a amar (muestra cómo se ama), no da un manual de instrucciones, contagia el amar, exhibe su amor como un demente (en lugar de ocultarlo como un cazador astuto), es decir, enamora. Cuando se produce el contagio, entonces uno ya sabe amar o cocinar (de memoria), ya sabe cuánta sal es “una pizca”, ya sabe lo que significa en la práctica “una cucharada de azúcar” o “remover cuidadosamente” (cosas que no puede explicar un manual de instrucciones, que tiene que limitarse a decir explícitamente: añádase 5 cl de agua o 175 gr. de jamón, esperar 15 minutos, etc.), lo sabe implícitamente, de memoria” (2004: 29).

 

 

¿Cuánto es una pizca de sal? ¿Cómo se enseña a enseñar? ¿Cuál es la medida justa de teoría, de práctica, de acción, de reflexión? ¿Cuánto decir y cuánto callar, cuánto escuchar y cuánto intervenir? ¿Cuáles son las instrucciones que hacen a un buen enseñante que vale la pena pasar y cuáles las que su alteración ha hecho caducar? A bailar se aprende bailando, dice Pardo, con un buen bailarín. ¿Se aprende a enseñar enseñando?

Por contagio, por imitación, de memoria, experimentando con Otro, los procedimientos que Pardo presenta en su reflexión, suenan como reglas poco frecuentes en el territorio de los saberes pedagógicos. Sin embargo, tienen la capacidad de mostrar los límites del saber/regla que cree que, bien aplicado, muestra resultados automáticos, que se puede reducir a procedimientos racionales y objetivados que funcionan como esas recetas que garantizan “que salen siempre bien”.

Quienes hemos tenido la suerte de contar con algún maestro, o con compañeros de ruta y de pensamiento, aún cuando recibamos de ellos instrucciones o reglas del buen enseñar, sabemos que no todas las reglas son iguales, y que así como hay cocineros y cocineros, hay enseñantes que con sus instrucciones nos legan su arte.

Esta fue mi narrativa final de mi segundo tramo del dispositivo de residencias. Un tanto extraordinaria como lo fue para muchos, pero que me permitió recorrer el aula de una manera diferente y con la cual me llevo muchas experiencias, herramientas, habilidades y principalmente mucha introspección del quehacer docente.

M. Laura Fajre